“Sanar es tocar con amor lo que previamente tocamos con miedo” Stephen Levine
La energía sana o destruye según sea dirigida. Cuando nos reconocemos como partes de un universo mayor, la vida y la conciencia se llenan de potencialidades y ese movimiento impulsor se convierte en el agente espiritual detrás de toda manifestación. Es así como la claridad se hace manifiesta e iniciamos el regreso a casa, al centro, al amor en movimiento, al corazón.
En medio de una existencia distorsionada, la coherencia se hace necesaria para dar paso a una renovación permanente que nos permite fluir por los caminos de los aprendizajes para unir al alma y la personalidad en el silencio y escuchar con humildad la lección inmersa en esas situaciones de aparente oscuridad, que no son otra cosa que oportunidades sublimes para volver a estar con nosotros mismos.
Sanar es liberarnos disipando las dudas y multiplicando las certezas. Es recorrer los lugares y disfrutar de los momentos más simples sin perder la dicha de asombrarnos. Es la primera expresión del servicio para rescatar al verdadero Ser que habita en nosotros. Es la voz que solo se expresa cuando el corazón es quien dicta. Es focalizarnos en lo primordial para alinearnos con la compasión y la ternura. Es descubrir el gozo en el tiempo presente. Es recuperar el “son-ido” para volver a experimentar la música interior e imaginar para sembrar y luego cosechar. Es perdonar y perdonarnos hasta comprender que los yerros son la invitación a levantarnos después de reconocerlos con hidalguía y haciendo honor al compromiso.
Sanar es transmutar la lástima en alegría compartida. Es vencer la crítica para que la unidad sea revelada. Es limpiar los pensamientos para que las ideas colectivas florezcan. Es acercarnos al discernimiento con profundo respeto para poner puntos en común. Es alcanzar el tiempo perdido para fundirnos en un abrazo y contarnos historias sin fin para tener el pretexto de una compañía. Es disponernos a asumir los riesgos con tal de alcanzar en la meta, una sonrisa. Es renunciar al control hasta entender que no somos imprescindibles. Es usar las fricciones como trampolín para darnos cuenta de que el sufrimiento es pasajero. Es pescar para enaltecer a quien nos enseñó. Es ser transparentes para poder mirar a los ojos del otro. Es encontrar los significados en medio de las turbulencias. Es elevar los ojos al alma para homenajear la perfección Divina en nosotros.
Sanar es agradecer, agradecer y agradecer…
Alejandro Posada Beuth