La culpa

La culpa

“El que esté libre de culpa, que tire la primera piedra” Jesús de Nazaret

Desde que nacemos empezamos a habitar un espacio familiar en el que, de acuerdo con nuestra cultura, vamos avanzando en el desarrollo de lo que posteriormente reconoceremos como nuestra escala de valores, que incluyen una serie de normas o reglas éticas y morales, que harán que nos acoplemos a un estilo de vida dentro de un núcleo social en el que gozaremos de aprecio y aprobación de acuerdo con el grado de respeto por lo reconocido como preceptos o pautas.

Pero, así mismo, cuando nos salimos de los delineamientos trazados, nos topamos con una sensación desagradable de inadecuación y conflicto internos, porque la inspección social es poderosa, rigurosa y vigilante de nuestras conductas. Esto puede surgir como consecuencia de acciones u omisiones que nos apartaron, aunque fuera transitoriamente, de lo aceptado como “normal” y deseable en lo concerniente al comportamiento. Brotan entonces emociones como la culpa, la vergüenza, la tristeza, el aislamiento, la frustración o la impotencia, que nos paralizan en el remordimiento y el auto juicio a nuestros pensamientos o actuaciones hasta llevarnos casi a reclamar un “castigo justo”, lo cual también suele suscitar un deterioro en todos los planos de nuestra salud, porque nos convertimos en rumiantes de la censura y el miedo.

Trascender la culpa implica regresar al paraíso, sentirnos unidos con la fuente y con el Espíritu que aíslan al sufrimiento. Supone también recuperar la mirada optimista para identificar el error y ascenderlo a la categoría de aprendizaje. Reconstruir relaciones y tomar decisiones que nos catapulten a nuevas experiencias, repletas de dinamismo y entusiasmo. Aliarnos con el tiempo para vivir en su manifestación más fructífera y productiva: ¡el presente! Solicitar perdón y desistir del perfeccionismo. Generar nuestras propias expectativas y no simplemente satisfacer las ajenas. Pasar de la sanción y el señalamiento a la recompensa ante el empeño que supera nuestras faltas. Dejar atrás las creencias irracionales y las profecías negativas autocumplidas para sensibilizarnos ante lo más simple de lo humano. Ir más allá de la exigencia y lo inflexible, para admitir la ternura y el afecto que revitalizan y estimulan.

Basta ya de culpabilidades mórbidas y enfermizas. De involuciones y corazas. Basta también de congraciarnos con la manipulación. Es, más bien, momento de reconciliarnos con la fragancia de ese Edén que se quedó en el camino, para identificarnos de nuevo en la búsqueda de un buen carácter y la conquista de la Conciencia Superior.

Alejandro Posada Beuth

La magia de la vida

La magia de la vida

“La magia de la vida está en dejar atrás el mundo de las apariencias. En contactar con la fuerza del amor que es capaz de cambiar sombra por asombro. Es volver a imprimirle fantasia a la razón, para que el Mago interior se deleite creando los más bellos escenarios que nos permitan involucrarnos desde las emociones y los sentimientos y, así, encontrarnos con la alegría como común denominador, expresada en la sonrisa con el otro”

https://youtu.be/Jd6v0Wh3Ukk
Volver a empezar

Volver a empezar

VOLVER A EMPEZAR

“Tus circunstancias actuales no determinan a donde puedes llegar; solo dónde empiezas”

(Nido Qubein)

Siempre es un buen momento para comenzar. Siempre hay un instante adecuado para exprimir las experiencias, para generar nuevas emociones, para repotenciar destrezas y talentos, para avanzar con propósitos firmes y claros que contribuyan a hacernos partícipes y cocreadores de lo que hemos de vivir. Siempre habrá circunstancias que nos insinúen que, más allá de la retórica, es hora de actuar.

Invertir tiempo y energía en estos avatares para regresar a casa, para volver a centrarnos, para hacer que la razón sea alimentada desde el corazón, es enfrentar nuestras propias ausencias, retomar responsabilidades, ser conscientes de que es verdad que desde el compromiso se puede aportar para volver a empezar.  Es renunciar a rendirse o a retroceder, es honrar a quienes nos antecedieron y con orgullo y templanza avivar el fuego de sus enseñanzas para proyectarnos con tesón y perseverancia, con voluntad y firmeza suficientes como para voltear la página y, esperar la siguiente, desde el optimismo y el desafío.

Reinventarnos es renunciar a la culpa o a buscarla en otros. Es sentir el viento a favor, es permanecer en el aprendizaje y mostrar gestos de cambio. Es “formatearnos” para disponer de nosotros mismos con la determinación, el deseo y la disciplina que nos permitan, con alegría, sentir que el mundo es nuestro y que es hora de liberar ataduras y dejar atrás la tiranía de los pensamientos limitantes.

Volver a empezar es reconocer lo esencial sin condicionamientos del pasado. Es entregarnos con convicción total para que las dudas no tengan lugar. Es rodearnos de nuevas formas que nos permitan ir en la dirección de los sueños. Es retirarnos en silencio y sin arrepentimientos de aquello que haya podido perturbar el camino, porque ahora hace parte de las lecciones aprendidas. Es afianzarnos en lo que nos ha permitido recuperar la identidad y reconocerla en los otros. Es levantar firmes la mirada porque siempre el nuevo amanecer nos espera con la certeza de que, el aporte de hoy, será aún más valioso que el de ayer.

Que sea el momento de encender la chispa para alumbrar el sendero de todos los que nos acompañan y que el candil de las decisiones esté ligado a la audacia, el arrojo y la osadía necesarias para que nuestro aporte sea genuino y oportuno.

Alejandro Posada Beuth

Bienaventurados

Bienaventurados

“Bienaventurado el que no cambia el sueño de su vida por el pan de cada día”

Facundo Cabral

El camino hacia la felicidad puede tornarse largo y extenuante por momentos. Implica abnegación y sacrificio y quizá por ello, al contemplar la cima, todo parece compensarse porque el esfuerzo ha valido la pena. Esto no es otra cosa que el recorrido milagroso hacia la bienaventuranza, el gozo y la dicha que, para ser alcanzados, requieren de la alquimia que transforma el rencor y el resentimiento en indulgencia y gracia. Transmuta el llanto en el riego sagrado para que la semilla encuentre el potencial del fruto en sí misma. Convierte la miseria y la desventura en desafío y fortuna. La ira y la sed de venganza, en serenidad y paz interior.

El sendero de la plenitud exhorta a la espiritualidad y la compasión, para quitarle límites al horizonte y trascender lo material, lo denso, hasta llegar a lo más sutil que involucra un buen carácter. Este, a su vez, mantiene la fe intacta para sobrellevar el sufrimiento o las penas. Nada que sea impuesto podrá doblegar la fuerza de la sencillez o la grandeza del amor.

Bienaventurado sea el que comprenda que el conocimiento no le pertenece y decida compartirlo de manera generosa, porque entonces la ignorancia y la incompetencia se traducirán en habilidad e ingenio. O aquel que entienda que su compañía puede ser el mayor tesoro para quien padece en soledad. O el que sabe pronunciar sólo la palabra precisa sin estrépitos y calla ante la elocuencia.

Bienaventurado el que alberga pureza en sus intenciones, porque sus actos serán inventarios de humanidad. O aquel que siembra pensamientos armónicos para ser cristalizados en obras prósperas. O el que oculta la crítica necia porque será digno de confianza. O quien ponga a disposición el faro donde acuna sus experiencias más bellas para que el camino de otros sea transitado con certeza. O el que halla en su haber espiritual, los mejores dividendos, fruto de la entrega y la consagración. O quien no sienta vergüenza de nombrar a Dios en los manifiestos de la vida.

Que la verdad encuentre como máxima expresión la humildad, para que las bienaventuranzas no sean nubladas por la soberbia y que el reto de continuar juntos en la empresa de la existencia se mantenga y se nutra cada día en señal de que, en nosotros, habita ya lo que ha de venir…

Alejandro Posada Beuth

El mago interior

El mago interior

“La magia solo dura mientras persiste el deseo” Jorge Bucay

Hacer que lo imposible sea factible. Que la percepción de la realidad cambie según el prisma desde la que es observada. Que la certera ilusión se convierta en verdad. Que la máscara no pueda ocultar la realidad. Que lo mejor del otro salga a flote. Todas estas son virtudes que el mago interior pone en evidencia cuando la alquimia del amor hace que se encienda el fuego de un corazón que transmuta.

En el acto de magia emergen el aprecio y la gratitud. La sombra desaparece porque el asombro no tiene fin. La razón y la lógica levitan en un estado que no pareciera modificarse porque se suspenden en la admiración vestida de fantasía. Se asoma el tren de aterrizaje de los sueños para anclar con fuerza los anhelos que darán paso a los logros.

Ese mago interior hace que lo habitual se transforme en extraordinario. Es un depositario de felicidad extrema. Impresiona y deja huella porque hay ímpetu en cada movimiento. Integra porque agota las barreras. Hace visible lo ficticio y hasta permite crear lo que la imaginación aún no contempla. Propicia que un encuentro y una mirada generen el magnetismo suficiente que permita la unión de dos seres por siempre.

Ese misterio de la magia es capaz de despertar una sonrisa en el eterno aprendiz para que cada intento se convierta en un sueño por realizar, repleto de entrega e ilusión, de vehemencia y fuerza de intención. Enriquece y potencia cada experiencia de vida porque invita a renovar lo ya conocido con entusiasmo insaciable. Retira obstáculos y elimina fronteras para que la cercanía permita el calor suficiente como para que la semilla germine y se reconozca portadora de vida inagotable.

Que el encantamiento no termine jamás, para tener siempre un pretexto que posibilite el gozo con lo elemental y que se combinen las notas en la música del alma para vibrar con lo más profundo de lo humano, como ambientando la rima de la más pura de las poesías escritas en nombre del amor. Que las alas se desplieguen para emprender el vuelo que permita contemplar desde las alturas todo lo que hemos trascendido en señal de una conquista que empezó como una quimera y que hoy nos dice al oído que esto es apenas un pedacito de lo que ha de revelarse.

Que ese mago interior te siga encontrando dispuesto y receptivo a emociones que te exciten al límite y que sigas siendo cocreador de los mejores escenarios para su majestad, la magia…

Alejandro Posada Beuth

Felicidad

Felicidad

“La felicidad no es algo confeccionado. Viene de tus propias acciones” Dalai Lama

Felicidad es germinar desde aquello que nos fue dado como semilla, es fertilidad (del vocablo felicitas) que nos recuerda que para obtenerla hay que disponer de un terreno propicio desde el que podamos atrevernos con intensidad a desafiar nuestros talentos con capacidad y compromiso y generar una profunda sensación de satisfacción y complacencia que nos impulse en la búsqueda de nuevos desafíos.

Es necesario construirla desde las cosas pequeñas y por tanto depende del empeño que sea depositado para atraerla. Solo el verdadero viaje interior nos permite explorar más allá de las habilidades para hacernos conscientes del ingenio y los talentos que nos conduzcan a comprender que nadie decide por nosotros en este propósito, porque esa sería apenas una definición de esclavitud. No depende de qué tengamos, porque esto sería solo un índice de miseria. Tampoco de efímeras ilusiones que solo representarían momentos placenteros pero fugaces. La felicidad se deriva de aumentar el valor, de apreciar, de exaltar aquello que ya está en nosotros y no de condicionarla por su obtención. Va más allá del bienestar y las comodidades, de la holgura y las riquezas.

Probablemente sea el fin más preciado como humanidad y por ello suelen ser más felices quienes más experimentan el estado de gratitud o quienes mejor cultivan sus relaciones desde la responsable autonomía. O tal vez aquellos que fluyen con sus emociones sin reprimirlas, pero sí modulándolas. O los que renuncian a las falsas expectativas para vivir enérgicamente cada momento y colmar la vida de experiencias nuevas, pero de calidad y sin el ruido externo de los anhelos.

La felicidad es un aprendizaje desde la acción y no desde la resistencia. Es conmovernos por el otro y con el otro. Es alimentar un sueño cada día. Es llenarnos de motivos y no de excusas. Es ser conscientes del instante de cada instante. Esforzarnos, más que compararnos. Es dar, más que demandar. Es cambiar nosotros, más que a nuestras circunstancias. Es doblegar la ansiedad desde la bienaventuranza. Es regocijarse en la quietud y el silencio para recuperar el canto que emana en la mirada brillante o en la actitud de asombro. Es pasar del falso placer y la euforia, a la plenitud y el apogeo que solo surgen en aquel que menos necesita. Es sentirse liviano después de haber aprendido la lección del desapego.

En síntesis, la felicidad es el estado natural de SER.

Alejandro Posada Beuth

Reconciliarnos…

Reconciliarnos…

RECONCILIARNOS

“Inscribe los agravios en el polvo; las palabras de bien, inscríbelas en el mármol” Benjamín Franklin

Volverse a unir, retomar los nexos, dejar atrás las diferencias, limar asperezas y reencontrarse con la empatía, son aspectos que no pueden estar desligados de la voluntad, la introspección y el arrepentimiento y, por supuesto, de la capacidad de perdonar. Evidentemente no son tareas de fácil realización, pero es justamente en esto, donde radica la importancia de un acto de nobleza semejante.

Retirar las ofensas, pintar juntos el futuro, asumir responsabilidades, hablar desde la serenidad interior, salir de las sombras, implica renunciar a victimizarse o a huir, ser compasivos y proactivos, asertivos y resilientes. Todo esto nos permite reconciliarnos también con lo esencial, redescubrir los significados y volver a lo seguro. Expiar culpas y tener la valentía de mirarse en el propio espejo para ver más allá de las apariencias en búsqueda de la transparencia.

Presumir puede ser muestra de lo que adolecemos. Detrás de ello pueden esconderse batallas íntimas en señal de muchos aspectos que no abrazamos y que proyectamos a la humanidad como parte de la penumbra que aún habita en nosotros. Gran parte del sendero por recorrer está en el ascenso hacia la conciencia, en reconocernos y aceptarnos para encender el fuego que transmuta y define nuestro destino, que cierra ciclos y abre oportunidades, que convierte el conflicto en armonía para volver a levantarnos juntos en procura de la esperanza y la ilusión.

Lo que nos aísla y genera rupturas es una pequeña muerte, pero de los restos ha de surgir una nueva promesa, otro territorio por conquistar, un vuelo por emprender, una inédita melodía por entonar u otro lienzo por pintar. En aquello donde nos encontramos se halla el potencial que ha de recrear el paisaje que cautive nuestra mirada y que genere regocijo y alegría a borbotones.

Que sea el momento para doblegar al orgullo, para evitar las auto explicaciones como pretextos o para dejar de lado la ira retenida. Que en adelante primen la actitud y la disposición al cambio, la posibilidad de explorar nuevas formas con objetivos realistas, el contagio del buen humor para que cosas buenas sucedan, el beso a tiempo para no lamentarnos eternamente, o la mirada cálida que acoja y de rienda suelta a la imaginación. Y, por qué no, un “te amo” sin tener que buscar motivos diferentes a lo que dicta el corazón de manera natural…

Alejandro Posada Beuth

El miedo

El miedo

“El corazón que está lleno de miedo, ha de estar vacío de esperanza”

(Fray Antonio de Guevara)

El miedo, esa estrategia de supervivencia en respuesta ante un peligro real o imaginario, puede ser origen de parálisis, de ausencia de actuación, de bloqueo mental y de ruptura en las comunicaciones. Puede, además, detener o diezmar la realización de los sueños o, incluso, distorsionar nuestras percepciones de la realidad generando representaciones nefastas que nos llevan al pánico o al terror, en el que quizás está inmersa una buena parte de nuestra sociedad.

Mucho de ello se debe a sistemas de creencias que hemos tomado como paradigmas que han ido generando condicionamientos cada vez mayores, los cuales impiden que vayamos ligeros de equipaje para poder liberarnos de ataduras que se han reflejado precisamente en lo que parece un destino poco claro y asimismo “peligrosamente contagioso” porque se van ahondando surcos en lo colectivo.

El temor a la muerte, al rechazo, al fracaso o a la soledad van minando la voluntad y aminorando la resiliencia y la constancia. Van menguando el espíritu de lucha y generando inseguridad, sufrimiento, angustia o tristeza que hacen que se pierdan la ilusión y la esperanza.

Cuando el amor puro emana del corazón, llama y da paso a un orden mayor que restablece la confianza y la audacia para que el miedo sea diluido. Es cuando los pensamientos altruistas y filantrópicos surgen en señal de abundancia. La abnegación y el desprendimiento generan movimiento y esto, en resumen, es la vida misma. Anquilosarse sumisamente ante la amenaza, no es otra cosa que negarnos la existencia o perder la capacidad de disfrutarla a plenitud.

Es responsable y hasta resulta un acto de verdadera humildad, reconocer aquello que nos limita. Pero, una vez identificado, es de esperarse que podamos desencadenar acciones que nos lleven primeramente a confrontarlo para luego desarrollar estrategias que nos permitan recobrar un desempeño correcto y positivo. Alimentar sentimientos de minusvalía se va convirtiendo en un hábito que debe ser interrumpido a la mayor brevedad. Solo de esta manera construiremos experiencias que nos permitirán reconocernos vulnerables, pero a su vez empoderados para ser fuente de efectos multiplicadores altamente edificantes, participativos e incluyentes.

Alejandro Posada Beuth

La confianza

La confianza

“Aquel que no confía lo suficiente no será digno de confianza” Lao Tzu

La inseguridad, en muchas ocasiones, parte de experiencias pasadas que pueden haber resultado desagradables o destructivas. La incertidumbre, en cambio, probablemente está más ligada a las expectativas por el futuro. Gran parte de nuestra vida nos debatimos entre estos dos extremos del tiempo, dejando pasar el momento presente en el que podríamos deleitarnos con cada cosa maravillosa que pasa a nuestro lado y que dejamos de percibir por estar literalmente ausentes.

La confianza implica volver al centro, al corazón, a la intuición. Es regresar a la honestidad, la transparencia y la coherencia. Es renunciar a la incertidumbre o la vacilación. Donde habitan la indecisión o el dilema hay sospecha y recelo. La sinceridad, implícitamente, nos lleva a tener conciencia del otro, a rodearnos de la verdad y a ser portadores de ella, a ser consecuentes para actuar de manera clara y bondadosa.

La autenticidad se refleja en acciones que pueden generar un efecto multiplicador para comprender valores como la cooperación, el compromiso y la responsabilidad. Por eso la desconfianza divide y hace énfasis en las diferencias más que en las coincidencias, lo cual suele conducirnos al egocentrismo y al separatismo o a las dudas y las inconsistencias.

Cuando se cultiva la confianza se recupera la creencia, se activa la certeza y hasta puede predecirse la conducta futura, propia o ajena, porque se desarrollan el coraje y el vigor suficientes para desarrollar el esfuerzo voluntario y sistemático que sustentan la disciplina en la búsqueda de los propósitos comunes.

Pero más allá de las palabras, este sentimiento se alberga en el corazón y es el fruto de cuando nos sentimos reconocidos y amados. De cuando somos lo suficientemente valientes como para mostrarnos vulnerables. De la lealtad que hemos logrado transmitir al otro sin más prenda de garantía que el poder mirarnos a los ojos desde ese espejo del alma que emana de un interior diáfano y sereno. De la solidez que se hace evidente en el tono firme y pausado de cada movimiento o expresión. De la paz que se refleja porque cada día hay un sueño, más que un remordimiento. De la serenidad imperturbable, consecuencia de un diálogo de “tú a tú” con la conciencia. De la posibilidad de innovar y crear sin obstáculos porque el camino se despeja para quien obra con rectitud. Y, ante todo, de poder cultivar el silencio en señal de elocuencia…

Alejandro Posada Beuth