COMPASIÓN

COMPASIÓN

“Si tu compasión no te incluye a ti mismo, está incompleta” Jack Kornfield

Desatar la bondad para tratar de aliviar la aflicción o el sufrimiento de alguien, puede ser una de las acciones más generosas y nobles de un ser humano. Tal vez un pequeño gesto, un guiño amable o un semblante alegre sean suficiente bálsamo para quien se siente herido. Quizá sea la mejor fuente de satisfacción para ese que se brinda en un acto de compasión, dando paso a la piedad y la misericordia.

Pero la compasión no debe ser confundida con un acto lastimero y, muy por el contrario, debe llevar implícito una especie de reto, de tal forma que sea el inicio de un despertar espiritual mutuo en el que primen el bien común y el desinterés. En el que realmente se transmita la compañía hasta agotar las angustias. En el que no haya reproches ni acorralamientos. En el que la ansiedad se disuelva en una caricia o en el que la sombra sea disipada por una creencia.

Un sueño puede alimentarse desde la compasión. Un pensamiento consciente puede emanar de la voluntad que educa la razón. La esencia de un aprendizaje puede estar inmersa en un acto de auxilio que prioriza lo humano y reduce las distancias. Es cuando todos nos vemos incluidos porque la sintonía para salir airosos resuena con el corazón y nos permite ser auténticos, abiertos y confiables. No existen imposiciones o mandatos sino un invaluable respeto por otras visiones. Por eso el empeño y la profunda reflexión han de restaurar las mejores impresiones.

El simple hecho de escuchar puede ser una bella oportunidad para hacer de la compasión un verbo. En ocasiones no decir nada y guardar silencio como eco a las palabras del otro puede ser infinitamente más elocuente. Por eso no hay que perder de vista la magia y el poder que acompañan a un instante como estos, donde la empatía ya es un preámbulo que despierta el impulso mayor que requiere de la atención plena, con la que podemos hacernos partícipes de las virtudes y debilidades de aquel que suplica cuidado.

La compasión es pues, ser capaces de ponernos en contacto desde lo más elemental que es donde habita el verdadero Ser, ampliar nuestra capacidad de entrega, fluir e involucrarnos con el dolor y las frustraciones ajenas comprometiendo nuestra capacidad de ayuda sin miedo al miedo y superando nuestras propias experiencias, reconociendo que también somos merecedores de esos sentimientos que fomentan la autoconsciencia y la construcción de un sendero de calidez y cordialidad…

Alejandro Posada Beuth

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