UNA GOTA

UNA GOTA

“A veces sentimos que lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara una gota” Teresa de Calcuta

En ese pequeño volumen que conocemos como una gota hay la suficiente energía para agrupar moléculas, mantener la fuerza de atracción y la justa tensión para conservar la estabilidad.

Así mismo, en una gota de ternura existe la misma intensidad expresada a través de un sentimiento de aprecio, de cariño puro, de amor franco, de dulzura. Pero, a su vez, de firmeza, respeto y reconocimiento por el otro. Es de donde parten la mirada cómplice y el abrazo que no terminan porque ya se ha sembrado la confianza suficiente como para entender y recibir al otro desde lo más sublime, sin que haya espacio para la duda. En ella está inmersa la necesidad de cuidar y proteger al otro y, por tanto, tampoco tienen cabida las suposiciones dictadas por el ego.

En una gota de alegría se identifica la sensación de estar completos porque no empoderamos a nadie y, más bien, nos hacemos responsables de nuestra propia felicidad que va seguida de una sonrisa contagiosa y de actos o gestos acordes, que nos permiten alejarnos de las limitaciones, vivir en abundancia, en un estado de agradecimiento que genera gozo permanente. En ella, hay una buena dosis de convicción que nos hace auténticos y que nos permite pensar en que nuestra naturaleza es bondadosa. Por eso la mezquindad y el juicio sin argumentos no pueden estar presentes.

Con una gota de seguridad volvemos a creer y a encontrar puntos de unión sin dejarnos llevar por nuestras propias carencias. Por eso, le damos al otro el beneficio de ser escuchado antes de condenarlo. Es cuando comenzamos realmente a valorar lo que poseemos, no lo que nos falta y que en ocasiones endosamos a quienes han estado cercanos, que terminan siendo los destinatarios de nuestras vacilaciones.

En una gota de libertad encontramos el derecho sagrado y suficiente como para emprender el vuelo y dejar que el otro lo haga, identificando y honrando las diferencias, sin que estas sean pretextos para romper los vínculos que ya habían sido sellados con el corazón. Por eso, si amamos, rompemos las ataduras e ilusiones que nos obnubilan y nos hacen sentir dueños de quienes están a nuestro lado. Surge entonces la necesidad mutua de encantarnos de nuevo para que haya tantas gotas de comprensión, calma, lucidez, generosidad, compasión y transparencia, como para poder volver al Ser esencial.

Alejandro Posada Beuth

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