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UNA DECISIÓN

“Las decisiones son bisagras del destino” Edwin Markham

Determinación, deseo y disciplina son necesarias para que una situación momentánea no sea el origen de la toma de decisiones erróneas. Es posible que el porvenir dependa de una elección y por ello la serenidad y la observación tranquila pueden convertirse en excelentes consejeras. Del arrojo y la firmeza puede depender es destino mismo, por el que el Universo conspire y abra el sendero más expedito en dirección de las mejores y más nobles intenciones.

Por momentos el corazón es consultado y la intuición complementa los razonamientos más finos, orientados a obtener las mejores opciones. Más que impulsos emocionales o creencias sin fundamento, los cambios de dirección deben basarse en convicciones y certezas. Por tanto una decisión adecuada aleja los temores y gestiona nuevos retos. Correctas percepciones han de llevar a reacciones adecuadas y armónicas, incubadas desde el silencio que habrá de actuar como filtro para que la luz brille y las sanas intenciones se hagan manifiestas.

Una decisión debe ser clara, honesta y transparente para generar el impacto que se quiere y lograr la trascendencia debida. Por ello, es necesario que implícitamente sea portadora de una buena dosis de empatía, cariño y generosidad. Sabemos que todo está conectado y por ende el desapego y la devoción deben ser ingredientes que fortalezcan esa urdimbre de la que hacemos parte. El amor debe ser un estado de conciencia inteligente que escuche desde la paciencia y la comprensión para acoger otras visiones que alimenten voluntades canalizadas hacia modelos repletos de humanidad.

Una decisión debe garantizar el derecho a soñar, a proyectar lo que somos en esencia, a seguir creando para edificar nuevas realidades llenas de esperanza, a hacer que el amor se conjugue en presente, atravesar y vencer resistencias, a disponernos a recibir con plenitud el instante siguiente con la alegría de quien confía, a intentar cuantas veces sea necesario hasta que la perseverancia nos premie, a llenar de fe cada acto y a descubrir las fragancias con que la vida nos saluda en cada amanecer, a olvidar lo insignificante para salir de las penumbras de las preocupaciones, a disfrutar de lo simple y sencillo, a hacer promesas en colores, a gozar con el frío de algunos momentos y hasta con las noches sin estrellas, a beber por sorbos la magia de cada segundo, a despertar la hoguera de la provocación para ser merecedores de un abrazo, a frenar el yugo de la memoria para derrotar los límites y a escribir en cada acto la nota primordial en la partitura de nuestras vidas…

Alejandro Posada Beuth

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