EL ETERNO APRENDIZ

EL ETERNO APRENDIZ

“El verdadero viaje de aprendizaje consiste en no buscar nuevos paisajes, sino en mirar con nuevos ojos” (Marcel Proust)

El cerebro humano cuenta con cien mil millones de neuronas en promedio, que pueden generar algo así como cien trillones de conexiones y almacenar 280 trillones de bits de información. Cifras para nada despreciables, pero tal vez más importante aún, es el hecho de que el proceso de aprendizaje no se detiene mientras haya vida. Si estuviéramos recibiendo y almacenando información las 24 horas del día, tardaríamos unos 1.500 años para copar la capacidad de este órgano que, a pesar de su tamaño, (2% del cuerpo) consume el 20% de la energía total del organismo.

Sin embargo, ser un eterno aprendiz, un principiante, un alumno de la vida, exige conservar la humildad como una de las más altas virtudes, acompañada de una actitud de apertura, entusiasmo y renuncia a la crítica, que permita que esa mente del aspirante esté llena de posibilidades. La capacidad de asombro, la creatividad y el optimismo son requisitos indispensables para acceder a la infinita riqueza del conocimiento.

Proyectarse hacia la excelencia desde ese eterno aprendiz es activar la modestia y la paciencia. Es también atreverse a aprender de los otros y con los otros para generar la confianza suficiente como para que los vínculos afectivos se conviertan en los mejores maestros y facilitadores de los procesos y experiencias de formación. Es seguir maravillándose con las pequeñas cosas: contemplar un amanecer, disfrutar de la lluvia o contagiarse con la sonrisa de un niño. Es dejar a un lado la vanidad, con la que puedes ganar una batalla, para dar paso a la humildad con la que puedes evitar ir a la guerra, sin ser pusilánime pero sí reconociéndote vulnerable. Es aprender a decir “lo siento” o simplemente “no sé”. Es trascender la soberbia desde la dignidad y diferenciar el servicio del servilismo. Es enterarte de tus limitaciones para actuar en consecuencia. Es renunciar al status para mirar hacia abajo desde la compasión. Es aceptar o dar un consejo en el justo momento. Es honrar al otro en lugar de presumir.

Aprender es, además, aprehender: tomar lo mejor de tu entorno para conservar la ilusión y la alegría suficientes como para permitirte mantener a flor de piel tu capacidad de gozo, de alimentar tus sueños y de encontrar razones para que cada segundo sea vivido intensamente desde la ternura y fuerza de tu corazón…

Alejandro Posada Beuth

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