“Si bien la intención es la semilla de la manifestación, la acción es el agua que nutre la semilla”
(Steve Maraboli)
La vida está llena de intentos y errores en el camino evolutivo de la Conciencia y casi podríamos decir que todo lo que existe está ligado a una intención, detrás de la cual hay una motivación suficiente como para cristalizar o materializar los propósitos. Ello implica que, para poder centrarse en ese “algo” que conecta con el deseo, la emoción y el sentimiento, es necesario superar las distracciones que desenfocan la correcta visión.
Cuando se va a la deriva surgen demasiadas opciones que conducen a la parálisis y desperdician habilidades y destrezas. Por eso la capacidad de hacer vínculos o nexos desde ese “vacío” inicial de donde surgen las ideas, con el corazón que les da la fuerza magnética para concretarlas, lleva a que se teja esa urdimbre precisa e imprescindible que genera la acción. Todo está conectado con todo y por tanto, lo que hasta ahora no se ha identificado, solo está esperando un poco más para ser revelado en la medida en que la intensa necesidad lo reclame.
En el poder de la intención residen las aptitudes que conectan con la capacidad de realizar aquello que ha sido establecido como un objetivo y en ese orden de ideas, de él emanan los principios necesarios que permiten vencer las dificultades derivadas del temor, para dar paso a la inspiración y la creatividad que permiten pensar desde el final, para comprender que la vida es aprendizaje y perfecta sintonía con un universo de posibilidades y latencias ilimitadas que esperan manifestarse.
La bondad y la belleza, el respeto y la admiración, el asombro y la fascinación, el ardiente deseo y la pasión son requisitos para buscar lo que es verdaderamente valioso y que va en la dirección del Servicio como expresión máxima del despertar. Por eso la acción debe ser simplemente la consecuencia lógica de la coherencia suprema del Ser, para alinearse con el objetivo mayor dentro del Plan Divino: ¡amar sin resistencia!
Esta es, en síntesis, la fuerza atractora-impulsora donde habita el caudal de las probabilidades, que solo espera el silencio como excusa para poder salir a flote y así convertirnos en co-creadores
Alejandro Posada Beuth