El “darse cuenta” de cada cosa que nos rodea, el estar verdaderamente conectado con lo que hay en nuestro entorno es, sin duda, una forma de saber que estamos dándole sentido a los sentidos y colorido a cada uno de nuestros pensamientos y emociones. Somos una inteligencia alineada con el Universo y, por tanto, seres interdependientes que constituimos una verdadera red de soporte en la que cada punto nodal representa una experiencia vivida y una excusa maravillosa para afianzar la urdimbre de la vida.
Nuestra capacidad creativa nos hace seres dinámicos y cambiantes. Encendemos continuamente multitud de dendritas que son los mejores sistemas de conectividad entre nuestras neuronas, lo cual da origen a nuevas ideas que, cuando se repiten de manera constante, van a formar verdaderos circuitos neuronales que harán la diferencia y que nos convierten en seres en continua evolución.
Pues bien, cada uno de esos nuevos circuitos va dibujando la manera en que sentimos y modulamos nuestras emociones que, en última instancia, van a hacer que nuestro cuerpo sea una verdadera caricatura de lo que vivimos al interior. Así, cuando tenemos una idea extraordinaria o inspiradora, frecuentemente confluyen hilos conductores que no son otra cosa que la respuesta en cadena y de manera ordenada a interrogantes planteados con anticipación y que se manifiestan a través de visualizaciones “espontáneas” que en verdad son clara muestra de ese Universo conspirando. Esa idea que ilumina no es otra cosa que refrescar la memoria para comprender que somos luz y que en el instante de cada instante de conciencia estamos liberando millones y millones de fotones que, a manera de faro, despejan el sendero que vamos recorriendo en la cotidianidad.
De esta manera se establecen vínculos fundamentales tanto a nivel micro como macro cósmico.
Las células comienzan a dialogar de manera efectiva y pudiera decirse que, a manera de cerebro periférico, se concientizan de la importancia de pertenecer a un orden mayor, en el que desempeñan un rol fundamental sin el cual la estructura misma de órganos y sistemas se vendría abajo. Vamos deduciendo entonces, que cada pensamiento genera un movimiento interior y exterior que contribuye a determinar la realidad. Es por eso que la posición del observador determina lo observado, como lo concluye la física cuántica moderna.
¿Entonces será importante o no que continuamente estemos cualificando lo que llega a nuestras mentes?
¿Será también responsabilidad nuestra lo que ocurre allá fuera? ¿Estaremos incidiendo en la realidad que nos circunda? Las respuestas son apenas obvias y por tanto nos invitan a contactarnos con el primer portal del alma, la Responsabilidad, para adueñarnos de nuevo de nuestros pensamientos y comenzar a ser co-creadores.