“Cuando los que se aman son separados, el amor aprieta los lazos” Propercio
Una demostración sensible de afecto, puede ser suficiente para activar sustancias que nos hagan sentir apreciados y cuidados, pero no controlados. Integrados, pero no dependientes. Transformados, pero no manipulados. Muchas historias de amor comienzan con una mirada que propone, que invita, que dispone para el encuentro, porque en esa coincidencia sutil en la que el silencio reina sobre la palabra, se desarrollan los más bellos y profundos diálogos desde el reconocimiento de las almas que se funden conservando su individualidad.
No nacimos para estar solos, pero antes de descubrir al otro hemos de toparnos con nosotros mismos, aceptarnos, asumirnos y regocijarnos con asombro por lo que somos y lo que hacemos para que germinen interiormente las mejores historias, dignas de contar, repletas de gestos que denoten alegría y plenitud, que nos permitan mantener siempre la sensación de libertad y la posibilidad de contemplar con ilusión todo aquello que está por venir.
Crear vínculos es renunciar al amor condicionado, a la celotipia, al maltrato, a idealizar al otro y moldearlo a nuestro antojo. Más allá de esto, la reciprocidad manifestada abundantemente en la capacidad de involucrarnos sin chantajes, de gozar sin complejos, de revitalizar las emociones y de exaltar el clímax del roce con el otro, han de ser condiciones esenciales que nos permitan trascender y suplir la necesidad de competir por la satisfacción de compartir. Conquistar, pero no dominar. Soñar, pero no empeñarnos. Emprender, más no desistir.
La vida es una fiesta cuando se fortalecen los lazos, porque cada día puede ser un nuevo comienzo, una nueva coyuntura para la reingeniería de la propia existencia, una excusa para motivarse y diligenciar con claridad cualquier intención de “poder para poder”, lo que se traduce en que cada acto es un buen momento para resonar con altas frecuencias que nos generan la certeza de que el camino correcto está siendo recorrido, pero en compañía de quienes nos reafirman. Es la forma de decir: “ayer terminó anoche” para no seguir anclados a lo inmodificable y, por el contrario, darle paso a la aventura que otra vez comienza con la esperanza de que lo proyectado, por convicción, ya está en camino, esperando a que estemos dispuestos a recibir. Es el momento de tejer la red, comprendiendo que somos partícipes de un proceso que se hilvana segundo a segundo…
Activa tu capacidad de relacionarte
Alejandro Posada Beuth