“Todo es efímero, como el arco iris” Virginia Woolf
En ocasiones lo fugaz y transitorio es vivido de manera tan intensa que es suficiente para pasar de lo efímero a lo que deja huella por siempre. Hay expresiones que tienen un carácter perecedero pero que luego permanecen en el tiempo como referentes de vida y es así como lo intrascendente e irrelevante se sienta en un trono inesperado para quedarse definitivamente.
Un momento puede tornarse eterno. Un encuentro de almas puede ser registrado en el tiempo sin fin. Un gesto quizás llegue a permanecer por lo que logró descifrar y mover desde las entrañas más profundas. Una mirada puede conquistar el título de seductora cuando es suficiente como para impactar y desatar fibras. Una palabra a tiempo puede quedar haciendo eco y resonando en el último rincón de nuestro ser, dibujando lo trascendente. Un apretón de manos puede sellar un compromiso mayor respaldado por el honor que no se negocia.
Lo efímero puede volverse perdurable en un destello de luz que promete un futuro diferente y repleto de posibilidades. O en una melodía que reafirma un recuerdo de amor que queda como símbolo de lo infinito. También en un escrito, producto de esa inspiración que llega para ocupar un puesto de privilegio porque ha de cumplir su cometido cuando, quien lo lea, al mismo tiempo escuche lo que dictó el corazón de aquel que lo plasmó. Pero, además, en una carcajada que no puede detenerse porque la plenitud se hace incontenible. O en un amanecer que llena de esperanza e ilusión a quien aguarda pacientemente por esa nueva oportunidad.
Pasar de lo efímero a lo eterno nos recuerda que estamos vivos, que el fervor debe ser condición para cada acción y que el siguiente paso debe ser dado con vehemencia y devoción, con el anhelo de llegar por fin a la conquista del reto trazado. Nos muestra también que las emociones pueden llenar de color cada vivencia y que en nosotros está la posibilidad de jugar caprichosamente con los tonos y matices de nuestros sentimientos. Que la vida es lo que es y espera por nosotros para cultivar ideales y cosechar las mayores alegrías.
Que el despertar de conciencia nos permita asistir al banquete de las recompensas por cada esfuerzo realizado. Que lo hecho por nosotros toque tantos corazones como para que, al final de la jornada, podamos sentir que hemos cumplido con nuestra parte…
Alejandro Posada Beuth