“Sé como el bambú: cuanto más creces, más profundo te inclinas” Proverbio chino
Sembrar en tierra fértil es básicamente el significado de la humildad. Es reconocer nuestras habilidades y limitaciones más allá de lo que el entorno y las opiniones nos han condicionado, habiendo generado una identidad que no nos pertenece y que puede ser fuente de infelicidad e insatisfacción.
Si somos honestos, asumimos que la vida es un continuo aprendizaje y que, por tanto, se vale pedir consejo y solicitar ayuda cuando nos invade un sentimiento de impotencia o en el momento en que nos doblegan las acciones de lo cotidiano. Esto puede resultar liberador y nos permite identificar quienes somos en esencia y retirar la máscara de las pretensiones del ego. Es así como la arrogancia y la soberbia se diluyen dando paso a la humildad que inunda de tranquilidad al ser que somos para equipararnos, sin vanidades ni ostentaciones, que solo alimentan el orgullo.
Despejar el horizonte, abrir nuestra visión y contemplar nuevas posibilidades, nos hace conscientes de la necesidad de ser breves y conservar la sencillez como portadora de aquello que busca el eterno aprendiz: ¡la sabiduría! Por eso la humildad no hace alarde del conocimiento porque sabe que no le pertenece y que debe ser compartido de manera generosa.
Quien resulta ser más elocuente con frecuencia pasa desapercibido porque, más allá de predicarla, practica la humildad. Entonces, reconoce que es válido equivocarse porque es solo la constancia de que se hizo el intento. Encuentra la armonía y renuncia al conflicto porque ve a los otros como sus iguales y los valora por lo que son, más allá de sus tenencias. Renuncia a tener la razón porque intuye que las visiones se enriquecen cuando son incluyentes. Evoca modelos a seguir pero sin dejar atrás su esencia misma. Ama lo veraz y natural porque allana el camino de la mano de la confianza. Se dispone a servir porque sabe que es sinónimo de ventura. Adopta la gratitud como actitud ante la vida y encuentra en ella la satisfacción de sentir compensado su esfuerzo.
Esa humildad comprende que las virtudes son relativas y por eso avala la modestia y la mesura. Identifica la nobleza como esencia de lo sublime y estrecha vínculos porque sabe que en el compartir, más que en competir, habita la alegría. Encuentra méritos en la vocación porque es ejercida desde el gozo.
Que la humildad nos recuerde siempre de dónde venimos y hacia dónde vamos…
Alejandro Posada Beuth