La empresa de la vida

La empresa de la vida

“Cuando soplan los vientos de tempestad unos corren a refugiarse… Y otros construyen molinos”

Proverbio Holandés

El fuego interior cualifica al amor e invita a dar lo mejor de cada uno de nosotros con el propósito de construir la empresa de la vida. Esa que nos recuerda la necesaria regulación entre la expansión y la contracción para no generar crecimientos desmedidos y conservar así la coherencia y resonancia convenientes que mantengan el sentido de la existencia, desde el justo equilibrio.

Lo aprendido deber ser encendido desde la lectura espiritual, dejando atrás la prisa interior, la hostilidad y la competencia para ser reemplazadas por el deseo genuino de servir de manera íntegra y transparente, sin máscaras ni manipulaciones y donde la amistad minimice la distancia en las relaciones humanas. Donde la comunicación sea el preámbulo del éxito y la excitación suficientes para poner la energía en movimiento. Donde el poema que se ha quedado en silencio pueda surgir como excedente de la libertad y así gratificar los deseos más íntimos para llevar a cabo el Plan Mayor.

En el pasado prima la economía personal, pero hacia el futuro es superada por las necesidades grupales para las que la Humanidad es sinónimo de conectividad y confianza. No hay lugar para el cúmulo de riquezas que probablemente sean solo muestras de pobreza porque las sobras son sinónimo de vacío y miseria. La codicia y la envidia son expresión del yo inferior.

El compartir enaltece, incita a la inclusión y confirma nuestra identidad como el mejor instrumento de buena voluntad para dar de lo que en realidad somos, con una intención altamente filantrópica y altruista que convoca al corazón a conjugar el verbo amar, siempre en presente.

La empresa de la vida es pues, un compromiso que va más allá de nuestros propios intereses y donde los dividendos se miden desde el haber espiritual. Es el momento para que todos seamos componentes integrados y complementarios con los que se reúnan esfuerzos que nos dirijan a sembrar solo metástasis de esperanza y bondad.

Alejandro Posada Beuth