“Da de lo que tienes para que merezcas recibir lo que te falta” San Agustín
El dar y recibir es una puesta en evidencia del libre flujo de la energía que se intercambia continuamente. Casi podría decirse que es un movimiento continuo, que no debería agotarse y que surge de la necesidad de mantener el perfecto equilibrio, por lo que es sano ser generosos en los dos sentidos.
La semilla del dar garantiza recibir en abundancia, siempre y cuando el móvil no sea el resultado del cálculo y la avaricia. Cuando surge de manera espontánea y desde la noble intención, la entrega es semilla que germina y se hace plenitud. Origina alegría que rebosa el ser porque también multiplica y da valor a lo que es entregado, lo cual retribuye con creces el propósito.
Siempre hay algo por brindar: tiempo, talentos, caricias, servicio, presencia… Pero todo esto debe ir acompañado de un profundo amor, de mucha humildad y de integridad absoluta. De lo contrario reinarían la soberbia, la arrogancia, la vanidad o la lujuria y, entonces, se perdería la magia del retorno infinito. Pasar de la posición y la posesión en dirección hacia la conquista del lugar que nos corresponde, sin orgullos, como seres con nexos, pero sin ataduras y renunciar a seguir acumulando (lo cual es muestra de lo que nos falta), resulta ser un ascenso en la espiral evolutiva de la reflexión y el discernimiento para poder volver a reconocernos y ser de nuevo inclusivos.
La expansión y la prosperidad van mucho más allá de lo meramente material. La benevolencia acompaña al esfuerzo y la consagración. Es dando como se evitan las carencias de lado y lado y como aprendemos también a recibir a manos llenas porque esto hace parte de la armonía y la ecuanimidad. Por eso al compartir sentimos que hemos ganado algo, que seguimos dándole color a la vida, brillo, contrastes y, como si fuera poco, que el trenzado de nuestro propio ADN se llena de música del corazón.
En la escala de valores, la posibilidad de aportar a los otros debe ocupar un lugar de privilegio. Esto da paso a la coherencia porque el amor impersonal se hace manifiesto con cada latido y la conciencia inteligente, llena de luz cada acto de entrega sin reservas. Somos prósperos por naturaleza y por eso la riqueza es sinónimo de desprendimiento y filantropía.
Que al terminar el día nos inunde la satisfacción de haber compartido algo con aquel que verdaderamente lo necesita.
Alejandro Posada Beuth