CONCIENCIA

CONCIENCIA

“Ciencia sin conciencia no es más que ruina del alma” Francois Rabelais

En momentos de reflexión suelen surgir interrogantes que nos hacen buscar y comprender el origen de nuestros actos y observarlos dentro de una escala de valores que tenemos como referencia, para intentar conocernos a través de algo intangible y mucho menos medible, en procura de hallar lo que somos. En muchas ocasiones, inclusive, terminamos dando calificativos de bueno o malo, todo dentro de un sistema de creencias que nos permite acceder a aquello que consideramos como nuestra esencia.

Es así como diríamos que es necesario que exista la conciencia para poder experimentar las emociones, pero ni siquiera sabemos a ciencia cierta, dónde se aloja ésta. Lo cierto es que pareciera que fuéramos sumando experiencias que van determinando este concepto que se dinamiza con nuestra propia evolución y en el entendimiento de que somos seres que requerimos de vínculos, a partir de los cuales vamos dejando en claro que es lo aceptable y deseable.

Tomar conciencia es darnos cuenta del instrumento que somos dentro de ese “algo” que nos trasciende y que hace que empecemos a agregar valor a todo aquello con lo que nos topamos. Es conectar la cabeza con el cielo y los pies con la tierra para darnos cuenta del edén en el que habitamos y en el que convivimos con esos “otros” que nos ayudan a reafirmarnos en el territorio. Es toda la potencialidad que limpia y alinea desde lo inofensivo del Ser. Es el agente impulsor que nos conecta con el Espíritu para vencer la invalidez y la dependencia. Es descubrir que multiplicamos la luz de la que estamos hechos cuando realizamos un acto de amor.

Tomar conciencia es, también, renovar la fuerza coherente de una intención que cobija a la humanidad, renunciando al reconocimiento. Es un ágape para anunciar las buenas nuevas que siempre van detrás de la entrega como señal de amor incondicional. Es comenzar a recorrer de verdad el sendero de la transformación. Es sanar el alma colectiva para recorrer juntos la senda que ha de conducirnos hacia la bienaventuranza. Es contenernos sin reprimirnos para evitar palabras ociosas. Es eludir el ruido interno para disfrutar del canto y el poema e intuir a sus compositores. Es ir a las raíces para no olvidar nuestro origen. Es renovarnos permanentemente y permitirnos fluir en el río de la vida. En recuperar el tiempo para tenernos más y dejar atrás el separatismo que puede tornarse en la peor de las agresiones. Es cruzar el laberinto para descifrar las lecciones que se nos ocultan cuando no somos lo que somos…

Alejandro Posada Beuth

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