LA BELLEZA

LA BELLEZA

“La belleza es el esplendor de la verdad” Platón

Experimentar la belleza es probar sensaciones y valorar lo que va más allá de las formas. Es descubrir que es el observador, más que lo observado, quien se convierte en protagonista y que, por tanto, los ojos de quien la mira son los que otorgan esta cualidad. En ese orden de ideas, la vivimos desde lo que interiormente es nuestra percepción que ya ha sido acrisolada y que, paradójicamente, muchas veces se convierte en algo que trasciende nuestros sentidos que, en ocasiones, se hacen insuficientes para captar y describir su magnitud.

Contemplar la belleza es depurar para no contaminar. Es escuchar la voz del alma en el silencio de la conciencia. Es palpar desde el corazón para apreciar el encanto de un abrazo. Es observar desde el colorido de lo vivido y plasmar con el pincel de quien se inspira en lo sublime. Es degustar desde el manjar de los recuerdos repletos de momentos indescriptibles y percibir el aroma del ser amado con solo evocar su imagen.

La belleza suele vestirse de armonía, de simetrías y figuras agradables como propuestas externas, pero requiere de impecabilidad interior para ser captada en toda su dimensión. Es por eso que se crea una realidad que le da categoría a lo creado, porque es enriquecido desde la esencia misma de la obra perfecta que somos. Así despertamos del letargo de los espejismos e ilusiones y empezamos a conectarnos con la Fuente misma de todo lo manifestado.

La belleza habita en el silencio porque allí se disfruta de la flor, de sus texturas y su colorido, sin robarle su aroma. Es equilibrio entre la acción y la quietud. Es un concierto de notas inteligentes y elegantemente mezcladas para hacer de la música, poesía. Ella sola, sin esfuerzo alguno, incita a entrar en estados meditativos que la cultivan y la hacen perdurar en el infinito de los tiempos. Por eso es revelada cuando estamos dispuestos a recibirla y eso ocurre cuando decidimos ser lo que somos, sin maquillajes ni fachadas, porque lo bello es fácilmente identificable.

¡Qué lindo sería comenzar a redescubrir que vale la pena combinar lo estético con lo ético! Sería formidable también volver a lo bueno, puro y limpio que hay en nuestra existencia porque allí reside la belleza, la misma que nos hace conscientes de que el verdadero paraíso siempre tiene como requisito su presencia y es la que le da identidad a nuestro ser, más allá de los cánones que solo menguan su significado…

Alejandro Posada Beuth

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