“El miedo tocó a mi puerta. El amor
abrió y no había nadie”
(Proverbio chino)
Saludar: dar salud. Desde el mismo momento
en que estrechas la mano de alguien, muchas cosas se están diciendo en un
lenguaje no verbal, porque “las manos son
la prolongación del corazón” y más allá de una simple cortesía, hay una
alquimia en proceso que se traduce en una comunión con el otro para decirle: “me importas, haces parte de mi”. Trascendiendo las palabras de afecto o
respeto, se empieza a revelar toda una historia viva y llena de sueños,
frustraciones, logros, expectativas que, a través de ese gesto, esperan
encontrar eco en el centro donde habita el amor.
Sin lugar a dudas la energía se pone
en movimiento y casi hay respuestas inmediatas ante una expresión tan simple
como “hola”, o ante un guiño inocente
o quizás al levantar las cejas en señal de acogida. ¿Quién iba a decir que tal
vez un abrazo comienza a gestarse de una forma tan ingenua? Y más aún, ¿Quién
iba a pensar que algo tan sencillo podría cambiar nuestros patrones de
relacionamiento y a hacer que la cotidianidad sea más amable?
Re-conocer al otro (volverse a
conocer) es un privilegio que nos recuerda la necesidad de crear vínculos, de
relacionarnos y crear alianzas, pero todo parte desde la propia contemplación
interior: la manera como nos comunicamos con los otros refleja, ciertamente,
como cada una de nuestras células reciben con claridad un mensaje del que
dependerá su fisiología. Por tanto, la sola intención afectuosa, apasionada y
tierna ya es contagiosa y probablemente suficiente para desencadenar toda una
“pandemia de amor”. Si a esto se suma una buena dosis de asombro, seguramente
las consecuencias lógicas serán la coherencia, la correspondencia y la
afinidad.
Llenarse de valor, sonreír, aportar
un gramo de optimismo y alegría, probablemente te lleve a comprender que el
sufrimiento es pasajero, que el aprecio, la admiración y el respeto residen en
el silencio y que el milagro de la vida está en el segundo que vives
intensamente en presente.
Transmite pasión en tu saludo, genera
en el otro la invitación a tomar riesgos, rescata tu música y la de quien se
cruza contigo. Rompe el hielo irradiando el calor de tus genuinos sentimientos y
conjuga el verbo amar en cada acto…
Alejandro Posada Beuth