GOZO

GOZO

“El dolor cuenta las horas; el placer las olvida” Anónimo

 

Tal vez la expresión máxima de la alegría sea el gozo, que se convierte en un estado superlativo de esa sensación interna de plenitud y armonía. El bienestar está en esa fortaleza derivada de un movimiento de transmutación profunda que lleva a revelar las más grandes virtudes del Ser. Es un estado de gratitud permanente que se experimenta con cada acción. Más allá de nuestra química y de las leyes naturales, nos vinculamos entonces, con las emociones y con el mundo de las ideas para ser generadores de júbilo e impulsores de ilusiones y aspiraciones por cumplir.

Los anhelos, las fantasías y los grandes proyectos, si van acompañados del gozo, son garantía de un equilibrio mayor. Es cuando desaparece la fricción porque la resistencia es apenas una muestra de falta de coraje para atrevernos a enfrentar aquello que desconocemos. También quedan atrás la crueldad, el orgullo y la prepotencia, para que salgan a flote la ciencia y la inteligencia vestidas de amor. Así surgen el maestro, el sanador, el músico o el poeta que se funden en una realidad amable y diferente para mantener viva la llama de los nuevos intentos.

Vivenciar el mundo desde el gozo es percibir la claridad, aquietar el oleaje, retornar a la confianza y la aprobación. Es adoptar la libertad para remontar el vuelo, caminar sin cansancio porque hay fe en cada paso. Es aceptar el presente como único tiempo para no empeñarnos en las profecías. Es diseñar la propia realidad renunciando a simples códigos. Es encontrar en el vacío una fuente inagotable porque allí habitan todas las potencialidades y se decodifican las señales. Es darle energía a los sueños para sortear obstáculos y perseverar sin descanso en la erradicación de la duda. Es dejar de huir de nosotros mismos y sacrificar el placer temporal o el conformismo, para comprender el precio real de las metas mayores. Es jugar como niños para diluir y resolver sin anclarnos a lo superfluo. Es elevar las anclas para dejar las cargas emocionales.

El gozo es consecuencia de la compasión, presencia del Espíritu, complacencia y, por qué no decirlo, algo de misticismo. Es el espejo en que nos reflejamos desde la reverencia y el aprecio. Es afluencia del alma como ordenadora esencial. Es magnetismo puro, repleto de intenciones. Es el poder que trabaja desde el centro y por ende renuncia a la ofensa. Es voluntad para buscar el camino de retorno.

Conectarnos con el gozo es ir en la corriente de la vida y volver a encontrarnos con lo sutil e intangible para entrelazar con lo interminable…

 

Alejandro Posada Beuth

 

 

SINTONÍA

SINTONÍA

“Todos los actores se visten de sintonía con su escenario” Sarah Waters

 

Resonar en la misma frecuencia es adaptarse y armonizarse para coincidir. Más que vibrar en pensamientos o ideas, es permitir que los sentimientos sean uno en la estación del entendimiento, la comprensión y la aceptación mutua. Es ir en la misma dirección y concordar en acciones e intereses comunes que permitan remar hacia la misma ruta, con argumentos y visiones compartidas.

Opiniones similares facilitan el entendimiento, pero la capacidad de discernir debe permanecer intacta. Sentirnos protegidos es algo que suele suceder cuando encontramos propósitos similares y usamos herramientas comunes. Esto nos hace pensar que podemos comunicarnos de corazón a corazón y que, por tanto, son válidas algunas expresiones de contención para no desbordarnos al momento de actuar.

La sintonía es hermana de la empatía y es por eso que es más fácil salir de los malos momentos cuando nos brindan apoyo y lo sentimos como nuestro complemento. Aprendemos más fácilmente cuando alguien que conoce el oficio nos entrega generosamente su conocimiento. Despejamos el sendero de manera rápida cuando vamos en compañía de quien interpretó antes el mapa de navegación. Disfrutamos del viaje cuando quien va a nuestro lado sonríe y se sorprende evocando ternura. Encontramos mayores y más fuertes motivos cuando en el horizonte nos espera el ser amado que nos impulsa a continuar.

Estar en sintonía es, también, hacer una lectura conjunta para abrir así la puerta a otros mundos y refinar habilidades. Es comprender que las preguntas pueden ser más importantes que las respuestas porque además se convertirán en excusas para seguir explorando. Es escuchar la voz del alma que renuncia al perfeccionismo y edifica a partir del compromiso. Es audacia porque potencia desde estrategias nuevas cuando el motor es el amor. Es darle valor a actitudes conscientes que conectan con lo verdadero y nos implican en el arte de elegir.  Es reconocernos integrantes de ese “algo mayor” para expresar con orgullo que vamos cumpliendo con nuestra parte.

Estar en sintonía es dar el primer paso para entregar una lágrima como señal de que algo nos ha conmovido pero, además, reconocer en ese acto nuestras fragilidades y flaquezas para seguir templando el carácter, vencer la pasividad y ser protagonistas solidarios de nuestra existencia…

 

Alejandro Posada Beuth

INTENCIÓN

INTENCIÓN

“Al eliminar la duda y confiar en la intuición, fluye la intención” Wayne Dyer

Los cambios más complejos se realizan fácilmente si la determinación, la disciplina y la
tenacidad con que nos proyectamos no dejan espacio a la duda. La iniciativa desde una
clara intención, permite comprender que “el todo” de las dificultades y contratiempos se
reduce a unas pocas cosas. Al reconocer nuestras limitaciones no estamos renunciando a
los sueños, sino más bien permitiendo que otros nos ayuden a cumplirlos para que, al
sumar habilidades, las realidades se dibujen en favor de todos.
Por eso, una buena intención debe suscitar emociones, conectarse con algo profundo que
conmueva e inquiete para poder materializar nuevas realidades. Debe llevar el factor
sorpresa para conservar la motivación y el interés. Así mismo, propiciar el encuentro con
nuevas formas del conocimiento y el saber para dar origen a interrogantes que impulsen
la imaginación y la innovación dejando atrás las viejas miradas. Esto es edificar más y más
historias repletas de ilusiones y fantasías para que la vida siempre cambie sus tonos y
recupere el colorido.
La intención es inherente a la conciencia. Nos libera de hábitos que encadenan y nos
permite renunciar al temor. Nos lleva a redescubrir fortalezas y a evitar los “no puedo”.
Nos aleja de censuras, detracciones y resentimientos. No es aliada de la culpa y mucho
menos de las debilidades. Cuida del presente y tiene, en el gozo, su máxima expresión.
Identifica en cada día una oportunidad para empezar de nuevo. Contempla con deleite
cada experiencia y pone a flote el arte de elegir.
Una intención correcta y bien dirigida puede ser clave para mantener la actitud del
aspirante que quiere aprender a aprender, que lee cada suceso con los ojos de la apertura
y que refina sus habilidades cuando observa lo cotidiano y lo insólito. Esa postura nos lleva
a poner en práctica aquello de asumirnos a nosotros mismos y a utilizar el perdón como
antídoto de la culpa. Se sirve de la mente superior para no dar lugar a gestos ociosos.
Rescata la autenticidad y habla solo cuando la inspiración dicta desde el corazón.
Que en adelante podamos darnos el lujo de respirar y ser reverentes, que podamos volar
libres, que honremos la palabra para que así cada intención logre verse reflejada en actos
de fortaleza y deseo de servir. Que la tolerancia no sea confundida con permisividad y que
el aprecio por el otro sea un voto de confianza desde el alma para darnos cuenta de que
es posible recorrer el camino en compañía…

Alejandro Posada Beuth

Felicidad

Felicidad

“La felicidad no es algo confeccionado. Viene de tus propias acciones” Dalai Lama

Felicidad es germinar desde aquello que nos fue dado como semilla, es fertilidad (del vocablo felicitas) que nos recuerda que para obtenerla hay que disponer de un terreno propicio desde el que podamos atrevernos con intensidad a desafiar nuestros talentos con capacidad y compromiso y generar una profunda sensación de satisfacción y complacencia que nos impulse en la búsqueda de nuevos desafíos.

Es necesario construirla desde las cosas pequeñas y por tanto depende del empeño que sea depositado para atraerla. Solo el verdadero viaje interior nos permite explorar más allá de las habilidades para hacernos conscientes del ingenio y los talentos que nos conduzcan a comprender que nadie decide por nosotros en este propósito, porque esa sería apenas una definición de esclavitud. No depende de qué tengamos, porque esto sería solo un índice de miseria. Tampoco de efímeras ilusiones que solo representarían momentos placenteros pero fugaces. La felicidad se deriva de aumentar el valor, de apreciar, de exaltar aquello que ya está en nosotros y no de condicionarla por su obtención. Va más allá del bienestar y las comodidades, de la holgura y las riquezas.

Probablemente sea el fin más preciado como humanidad y por ello suelen ser más felices quienes más experimentan el estado de gratitud o quienes mejor cultivan sus relaciones desde la responsable autonomía. O tal vez aquellos que fluyen con sus emociones sin reprimirlas, pero sí modulándolas. O los que renuncian a las falsas expectativas para vivir enérgicamente cada momento y colmar la vida de experiencias nuevas, pero de calidad y sin el ruido externo de los anhelos.

La felicidad es un aprendizaje desde la acción y no desde la resistencia. Es conmovernos por el otro y con el otro. Es alimentar un sueño cada día. Es llenarnos de motivos y no de excusas. Es ser conscientes del instante de cada instante. Esforzarnos, más que compararnos. Es dar, más que demandar. Es cambiar nosotros, más que a nuestras circunstancias. Es doblegar la ansiedad desde la bienaventuranza. Es regocijarse en la quietud y el silencio para recuperar el canto que emana en la mirada brillante o en la actitud de asombro. Es pasar del falso placer y la euforia, a la plenitud y el apogeo que solo surgen en aquel que menos necesita. Es sentirse liviano después de haber aprendido la lección del desapego.

En síntesis, la felicidad es el estado natural de SER.

Alejandro Posada Beuth

Crear creyendo

Crear creyendo

La imaginación es el principio de la creación. Imaginas lo que deseas, persigues lo que imaginas y finalmente, creas lo que persigues” (George Bernard Shaw)

Las raíces latinas y griegas de la palabra creer (kardia-cordis) están en relación con lo que significan: “corazón”. Y crear (Kranium-cerebrum) representa “imaginar, engendrar”. Fecundar y gestar desde el corazón es un acto de amor, es alinear la mente desde el centro para que lo que viene, vaya en dirección de lo verdaderamente esencial y útil y pueda cumplir con un propósito de servicio.

Resulta desafortunado que muchas de nuestras convicciones limitantes provienen de memorias ancladas por experiencias no habilitadoras que pueden surgir aún desde nuestro cerebro reptil, lo que impide que nos aproximemos al desafío del cambio y por eso el ego sabotea con preguntas como ¿resultará? ¿funcionará? ¿tendré capital?

Creer para crear no es fácil, pero sí posible. Quizás el primer paso consista en plantar un pensamiento semilla que parta de una necesidad que nos trascienda y que toque a la humanidad misma, para que el Universo conspire. Esto frecuentemente parte del viaje interior, del silencio que las musas aman, respetan y aprovechan para tejer la más fina urdimbre que hile cada una de las ideas bien enfocadas, a las que hay que ponerles fecha de vencimiento que permitan concretar lo inspirador que hay en ellas.

De igual forma, la creatividad debe ir acompañada de una buena dosis de humor y diversión que abonen el terreno para que germine la pasión y ponga fin a los límites. En la libertad habitan la inventiva y el ingenio, la originalidad y la autenticidad, que nos hacen singulares dentro de lo colectivo. Si el deseo, la disciplina, la decisión y la determinación se hacen presentes, se vence la fatiga y se allana el camino para la concreción.

La abundancia y la generosidad suelen manifestarse cuando la creencia antecede lo creado. La certeza del corazón mantiene activa la alquimia que suma sincronías y que se sintoniza con la fascinación de aquello que busca el molde preciso para precipitarse y materializar lo que faltaba por revelar. Es entonces, cuando surge la verdadera fragancia del ser que sabe que en su interior existe ese “algo” que le dicta cuales son los pasos a seguir para encontrar la iluminación que, con persistencia, habrá de culminar en la realización de lo inaplazable.

Creer implica desprenderse de prototipos o modelos arcaicos para que se estructuren y moldeen pautas renovadoras que abran espacio al mundo de las posibilidades y potencialidades que se encarnan cada uno de nosotros…

Alejandro Posada Beuth

El milagro!

El milagro!

“Cuando nuestras mentes se rinden al amor, se rinden a un poder superior. De allí provienen los milagros” (Marianne Williamson)

Normalmente aceptamos la definición de milagro como la de un suceso inexplicable y extraordinario realizado por un ser o una fuerza superior. Y, tal vez por esto, surge un interrogante: ¿Podemos ser los autores de algo semejante?

Para responder a esta pregunta, lo primero es recordar (volver al corazón) e identificar quienes somos y de donde provenimos. Sin duda, esto nos lleva a confirmar que las maravillas de la creación no pueden ser producto del azar y que esa Fuente o ese Origen, ese “algo Supremo” (respeto profundo por cualquier tipo de credo), de alguna manera habita en nosotros y por ende conservamos la perfección de aquello de donde emanamos. Por lo mismo, esto significa que de nuestro interior puede surgir también la obra milagrosa, porque simplemente somos parte de ella.

Eso que es excepcional, grandioso y sorprendente, requiere de una fuerza magnética lo suficientemente atractiva como para que la coherencia en todos los aspectos tenga lugar. Entonces, el pensar debe estar acompañado del sentir, pero sin lugar a incertidumbres o vacilaciones, de tal forma que la Fe ocupe su lugar y que el tiempo y el espacio coincidan para que se precipite todo el potencial y se cristalice lo que fuimos capaces de visualizar con tal intensidad que, por fin, se materialice y se cree. Desde el momento mismo en que lo imaginamos lo hicimos como si ya fuera un hecho.

Para que todo esto ocurra, el perdón debe ser el resultado de un corazón amoroso que expíe las culpas, acoja la Unidad y que además esté dispuesto a dar de manera generosa, sin expectativas por recompensa alguna. Así podremos identificarnos con lo grandioso para que todo aquello de lo que fuimos dotados se haga manifiesto.

Dicho esto, la conclusión es que el milagro se da desde la fuerza real de la bondad, la honestidad y la verdad. Disponerse de forma real y comprometerse es abrir las puertas al Campo Unificado de Conciencia, donde todo es posible porque ya existe y solo está esperando ser revelado. Es, en ese momento, cuando el conocimiento y la sabiduría rescatan la humildad para depositar en un compendio de lecciones todo lo aprendido, pues ya hace parte del patrimonio de la humanidad.

El regocijo, la plenitud, la satisfacción, el júbilo y otros sentimientos afines son un claro gesto de que lo expresado en una sonrisa, es el milagro mismo de la vida.

Alejandro Posada Beuth